| CRÍTICA |
El octavo trabajo de los Dropkick Murphys, Signed and Sealed in Blood, llega con un solo año de diferencia respecto al último CD que habían publicado, Going Out In Style. Este nuevo álbum de la banda de Boston, que mezcla música punk y ritmos celtas a la perfección, estará disponible en tiendas el próximo 8 de enero, pero ya se ha filtrado en Internet.
Pese a ser un grupo americano, el disco nos transporta a Irlanda. Inmensas praderas de intenso color verde regadas por el constante aguacero que cae de un cielo gris son el bucólico paisaje en el que aparecemos. Ante nuestros ojos se erige una taberna que podría llamarse O’ Connell, o MacCarthy, pero el nombre es lo de menos.
Así será la portada del nuevo disco.
El álbum comienza cuando nos adentramos en el pequeño pero acogedor local. Está repleto de fieles parroquianos con pelo rojizo y tez blanquecina tomando sus pintas de Guiness. Empieza a sonar “The Boys Are Back”, festiva canción en la que predominan las gaitas, mientras tomamos asiento. »The boys are back looking for trouble» entona la letra, y los desconocidos nos miran desconfiados para ver si venimos con las mismas intenciones de causar problemas. Con este título, es imposible no acordarse de los irlandeses Thin Lizzy y su “Boys Are Back In Town”, con la que incluso pueden apreciarse ciertas reminiscencias musicales. La influencia de aquel grupo ya quedó patente anteriormente cuando los Dropkick versionaron Jailbreak.
Una vez ubicados y con esa “Prisoner’s Song” en la que sobresale el sonido de las mandolinas, comienzan a correr los litros de cerveza bien fría en nuestra hipotética tasca irlandesa. Van apareciendo las conversaciones interesantes mientras suena de fondo una letra que recuerda el pasado y tiene miedo a un futuro que se presenta negro. La cárcel a la que se refiere la canción es una cárcel metafórica, aquella en la que entran las víctimas que se cobra un destino del que no pueden escapar.
Ya bien entonados llega “Rose Tattoo”, la canción imprescindible del disco, que pasará a formar parte de las míticas del grupo. Nos encontramos en el mejor momento de la noche, ese en el que la cerveza da rienda suelta a la lengua sin apolillar (aún) la mente. Todos juntos en pie, amigos y perfectos desconocidos abrazados y con las jarras en alto cantando el estribillo. Suena el verso que da nombre al disco “Signed and sealed in blood I would die for you” mientras va abriéndose paso la exaltación de la amistad. Esta canción trata sobre los tatuajes que tiene una persona en su cuerpo y por qué se los ha hecho. El más importante es uno que le recuerda a alguien (posiblemente represente a los fans) por quien se ha tatuado una flor rosa “With pride I’ll wear it to the grave for you/ I’ve got your name written here/ In a rose tattoo”. El videoclip se compone de fotografías de los tatuajes que los fans se han hecho en honor a la banda.
El alcohol empieza a hacer mella en los cuerpos de quienes bebemos en hermandad en el bar cuando «Burn» inicia su rugido. La tasca se llena de frenéticos bailes mientras la fiesta va llegando a su punto cumbre. Esta canción tiene una base importante de batería, siendo el instrumento que lleva la voz cantante en la composición, y una letra que trata sobre una fiesta salvaje, igual a la que se está fraguando en nuestro pub. Es el momento perfecto de hacer la llamada de rigor a ese amigo que no ha salido porque estaba cansado, en un ridículo intento de arrancarle de los brazos de Morfeo para que se divierta con nosotros: sal de fiesta esta noche y diviértete, porque mañana estaremos en el infierno.
“So dance around the fire and kiss the finest girls
I’ll see you all in hell, ‘cause tonight there’s no return
Make way for the mayhem, say goodbye to sorrow
I’ll see you all in hell, ‘cause we’re going out tomorrow
We’re gonna burn”
“Jimmy Collin’s Wake” llega en un momento de relax tras la frenética marcha con que despedimos a la anterior canción. Toca reponer fuerzas y pedir otra Guiness bien fría. La taberna entona el tema como harían los personajes de la mítica serie The Wire en el local irlandés al que acudían tras una operación importante. Como ya hicieran anteriormente con Tessie, los Dropkick han vuelto a componer una canción sobre su equipo de béisbol, los Red Sox. Esta va dedicada a Jimmy Collins, considerado uno de los mejores jugadores de béisbol de la Historia.
Pero oye, espera un momento. Con tanto zumo de cebada y lúpulo estamos olvidándonos del motivo por el que estamos aquí reunidos: escapar un rato de la familia. Nos lo recuerda “The Season’s Upon Us”, un villancico poco convencional que despotrica de la familia en esa época del año llamada Navidad, cuando las convenciones sociales nos saturan de ella. Toca desquitarse en la taberna a lo Homer Simpson sobre lo pesada que es la suegra y lo poco que soportamos a nuestro tío. La letra de la canción es para no perdérsela.
Tras habernos despachado a gusto de la familia llega una “The Battle Rages On” que podría pertenecer perfectamente a algún álbum más cañero del grupo como Blackout. Las guitarras toman fuerza y Casey se desgañita cantando como en anteriores trabajos. En la edición deluxe del disco hay una versión acústica de esta canción.
A partir de este momento el ánimo empieza a decaer, y no porque el álbum deje de lado su tono festivo, sino porque las canciones son más planas que los anteriores (alguna incluso prescindible). No son malas, pero no aportan demasiado a la discografía de los de Boston y será difícil que lleguen a sonar en los directos del grupo una vez terminada la gira del disco.“Don’t Tear Us Apart” y “My Hero” son canciones de relleno que tienen un sonido muy típico del grupo. “Out On The Town” es la más bailable de entre las que podemos encontrar en el álbum y presenta acordes del Rock & Roll más cincuentero.
Al tiempo que el porcentaje de cerveza en nuestro cuerpo va superando al de sangre, cuando los glóbulos rojos y blancos viajan alegremente en torrentes de alcohol, empezamos a desvariar y suena una “Out Of Our Heads” con un título muy acertado. Es la canción que más evoca la música irlandesa y en la que mejor se aprecia la gran influencia que ejerce The Pogues sobre el grupo de Boston.
La noche va tocando a su fin, por lo menos para el barman, que decide que ya es hora de cerrar su local e irse a la cama. Como colofón al álbum suena “End Of The Night, una de las pocas canciones lentas del disco con la que presumiblemente cerrarán sus directos. »It’s the end of the night but we ain’t going home» propugnan los Dropkick, por lo que lo mejor será hacerles caso y continuar la fiesta en otra parte. Pero lo que ocurra fuera de las paredes de la taberna nunca será desvelado. La noche acaba al mismo tiempo que la canción, una de las más largas del disco que sirve para alargar la despedida, pues nunca es buen momento para marchar. Definitivamente ha sido una gran noche. No la mejor, desde luego, pero muy entretenida.
Los Dropkick Murphys nos visitarán en febrero.
En resumidas cuentas, este no es un disco esencial en la discografía de los Dropkick Murphys, pero se escucha con una sonrisa en la boca por el buen rollo que desprende. De hecho, los de Boston son un grupo de grandes canciones más que de discos, pues en cada álbum hay al menos uno de los temas imprescindibles de la banda. La regresión que han hecho con este trabajo a sus orígenes más célticos y al folk en detrimento del punk ha sentado mal a los fans más radicales del grupo, pero lo cierto es que les ha sentado estupendamente. El disco no es imprescindible por tanto para los coleccionistas de cedés (puedes juzgar en Spotify), pero verles en directo sí lo es. Vendrán el próximo febrero de 2013 a nuestro país para presentar Signed and Sealed in Blood. Barcelona les acogerá en la sala Razzmatazz el día 8 y Madrid hará lo propio en La Riviera el 9. Habrá que ir poniendo a enfriar la Guiness para tales fechas.
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